segunda-feira, 18 de abril de 2011

Sor Juana recibe a Encarte

Desde Villahermosa, Margarito Palacios Maldonado me envía esta graciosa entrevista virtual con La Décima Musa de México (o Fénix de América), que publico en el blog como texto inaugural. Gracias, amigo. Y que disfruten leerla tanto como yo. 


Cd. de México, Nueva España. Abril de 1689.
Gracias a los buenos oficios de mi amigo Carlos de Sigüenza y Góngora, finalmente la gran poetisa mexicana, sor Juana Inés de la Cruz, me concede una entrevista para Encarte. En efecto, la tarde del viernes pasado la famosísima monja jerónima me recibió en el locutorio del convento, donde me obsequió una aromática infusión, traída por la nao de China, servida en una fina porcelana oriental.
–Así que estudiaste en este mismo lugar. –Me pregunta retóricamente la Décima Musa, refiriéndose al ex convento de San Jerónimo, mientras me observa con su mirada franca y familiar. –Me da gusto que este edificio haya sido rescatado después de tantos siglos de abandono.
–Para mí fue un gusto mayor, pues me dio la oportunidad de conocerla y disfrutar mejor su obra literaria. Su fama continúa creciendo, a pesar del tiempo, y sus admiradores se encuentran por todas partes. Ahora, con la Internet, es posible consultar sus obras en las bibliotecas virtuales, y son leídas por muchas personas.
–Sí, por supuesto. Las computadoras han venido a ser algo así como una moda para la enseñanza. Yo sigo prefiriendo los libros impresos. Sinceramente, no entiendo esa afición de Carlos por la Internet. Se pasa las horas navegando y se enfurece cuando su proveedor lo desconecta, cosa que no sucede en la lectura de libros. A mí me gusta tocarlos, ver sus letras, hojearlos y ojearlos sin la molesta luz de un fondo luminoso, por más atractivo que me lo pongan.
–Sí, desde luego; aunque ambos medios tienen sus propias ventajas. Pero, mi presencia aquí no tiene como propósito discutir los medios de información del siglo veinte, sino platicar con usted, traerle saludos de quienes hacemos el suplemento cultural Encarte del periódico El Sureste de Tabasco y, desde luego, hacerle un par de preguntas que, tal vez, no tienen mucho sentido.
–Todas las preguntas tienen más de un sentido. Por eso es que los políticos saben evadirlas hábilmente. ¿Qué quieres preguntarme? Ah, y puedes tutearme, si así lo deseas. No será menos el respeto mutuo.
–Gracias. La primera pregunta es con relación a la llamada Carta Atenagórica. ¿Por qué la escribiste?
–Ay, amigo mío. Ese papelillo me trajo más penas que glorias. Contestando tu pregunta con dos palabras: lo escribí por inocente. Siempre me pasa que, cuando soy franca, alguien se siente ofendido. Pero, sinceramente, si el padre Antonio Vieyra no me hubiera tentado con tan jesuítica perspicacia a hacerlo, hoy tendría menos problemas por enmendarle sus sermones que Marcos por pretender legislar desde la selva. Tal parece que los caballeros se arrogan el privilegio de la teología, dejando a las mujeres el limitado terreno de la frivolidad y la reflexión mundana. Es curioso que nadie intentara refutarme El Sueño.
–A ese poema se refiere mi segunda pregunta, precisamente. ¿Qué sentido tiene o qué tratas de mostrar en esa obra?
–¡Dios mío, qué preguntas me haces, Margarito! Creo que ni yo misma pude contestarlas cuando terminé de escribirlo. Al menos ninguna de las respuestas que se han dado me satisface. En principio, porque no trato de mostrar nada en particular. Si en la Carta Atenagórica señalo los errores que cometiera el padre Vieyra en uno de sus sermones, sobre los dones divinos que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo, El Sueño no es más que un ejercicio de reflexión personal sobre la forma en que nuestro espíritu se aproxima al conocimiento de Dios y de las cosas del universo.
–¿Es tu teoría del conocimiento una teodicea?
–No propiamente, porque no se trata del conocimiento divino, sino del humano, del que está al alcance de todos los mortales. Tampoco es místico, como el de Santa Teresa de Jesús. Podría ser una teoría del conocimiento si lo hubiera presentado más ordenado y con cierto método expositivo. Pero no, no llega a ser tal.
–Hay muchas otras preguntas que me gustaría hacerte con relación al teatro, pero me temo que estoy abusando de tu tiempo y del espacio que me reservan en Encarte.
–Ya tendremos otras oportunidades para que las hagas. Te agradezco los saludos y las tintas que me obsequiaste del maestro Quintana. Es una maravilla que, con tan simples trazos, pueda transmitir la exuberancia de su tierra.
Me despido de la Fénix de la poesía en el momento en que suena la campana de la iglesia llamando al rosario. En mis manos todavía siento el calor de las suyas, de cuando me las estrechó para decirme casi en secreto: “Puedes escribirme por correo electrónico a la dirección de Carlos. El me hará llegar tu correspondencia.”
Margarito Palacios Maldonado
Poeta, escritor y editor. Labora en PEMEX
Fundador de las Escuelas de Escritores SOGEM y "José Gorostiza"
Miembro de la Sociedad de Escritores "Letras Y Voces De Tabasco"
Autor de la pieza teatral La caída de Quetzalcóatl (2006) y del
libro de poesía Yo también hablo de mí (PEMEX, 2010)