segunda-feira, 2 de julho de 2012

Enigmas y augurios de la memoria [*] - Entrevista con Beatriz Sarlo


por Roberto García Bonilla


Beatriz Sarlo (Buenos Aires, 1942) es una de las voces intelectuales más relevantes y críticas de América Latina en este momento; el mes de febrero de 2011 estuvo en México para dar a conocer su último libro Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo (Siglo XXI Editores, México, 2006), honda reflexión sobre la necesidad de la recuperación de la memoria. Al plantearse está recuperación –individual y colectiva- desde distintos escenarios históricos y geográficos, la ensayista incide en distintas vertientes donde tradición, historia, testimonio, oralidad, autobiografía confluyen. Sarlo se centra en dos hechos: el Holocausto, la Shoah y la dictadura militar argentina. Otros motivos e ideas más que tejen esta conversación son: la crítica literaria en los últimos cuarenta años, la influencia social de los intelectuales en Latinoamérica y Estados Unidos, la relación entre mercado y literatura. Y la mención de escritores como G. W. Sebald son catalizadores que enriquecieron esta entrevista realizada en febrero de 2006.

 
Sobre la crítica literaria en los  últimos cuarenta años

RGB ¿Cómo se define usted; como crítica literaria, como socióloga de la cultura, como pensadora?

BS Siempre es complicado autodefinirse. Muchas veces me presentan como socióloga de la cultura, pero yo no tengo un entrenamiento sociológico formal y mi  formación académica de origen es la historia literaria y la crítica. Mi título es en literatura, y posiblemente ese sea el núcleo, al mismo tiempo más antiguo y más persistente, de mi perspectiva de estudio aun cuando no trabaje sobre objetos literarios, como si dijéramos que textos no literarios y configuraciones culturales no escritas son abordadas desde una perspectiva característica de la crítica literaria.
Si tuviera  que mencionar cuáles fueron las figuras que más pesaron en mi  formación y que  hasta hoy son mis puntos de referencia teóricos o críticos, uno de ellos Walter Benjamin; el otro, Roland Barthes: un crítico literario puro, un semiólogo en determinadas  etapas de su vida. Otra forma de caracterizar mi perspectiva sería  una  interpretación sociológica del mundo simbólico: las artes, en general, y también las configuraciones prácticas de la cultura. Y creo, más bien, que  me caracterizo por cierto eclecticismo tanto en la elección de los objetos de estudio como en el cruce de líneas teóricas.

RGB Ya que habla de Roland Barthes, en Tiempo presente se advierte una cercanía con las Mitologías?

BS Sí, la observación es justa. Las Mitologías es un libro fundamental en mi formación juvenil –hacia los  veinte años. Y tanto las mitologías breves como el ensayo final teórico –“El mito, Hoy”-[1] fueron de esas marcas que uno adquiere cuando ni siquiera tiene conciencia de que está adquiriendo una marca. Algunas de las “mitologías” como “El mundo del catch”; “Los  romanos en el cine”, hoy, treinta años después de haberlas leído, casi podría recitarlas de memoria. Creo además que esos textos de Barthes fueron apareciendo, uno a otro, en la prensa por lo tanto tiene la vivacidad del periodismo. Y, sin duda, esa huella también queda en los textos de Tiempo presente: la  escritura inmediata. Aunque Tiempo pasado, La pasión y la excepción, son libros que se tardan en escribir y que se lee mucho para escribirlos. Pero yo valoro realmente la escritura inmediata.

RGB … y la escritura, regular, de lo cotidiano va creando una especie de geografía de una colectividad y de sus simbolismos… en sus costumbres y sus prácticas cotidianas… 

BS Sí. Carlos Monsiváis es el caso mexicano más central; una de las figuras de los estudios culturales latinoamericanos, yo diría, casi sin proponérselo, creando esa especie de arqueología de lo mexicano, con una mirada que no es académica, pero  que tiene muchas veces una profundidad mayor que la académica.

RGB ¿Cuánto cree que se ha transformado la crítica literaria en los últimos cuarenta años, más o menos desde la publicación de su primer libro sobre la crítica literaria en el siglo XIX (1967)?

BS Esa es una tesis. Yo creo que las tesis que son los primeros libros, son muy poco representativos, no sólo de lo que una persona va llegar a ser; son textos que se escriben por obligación dentro una matriz y con programa que ya está prefijado. Responden más al deseo de la academia que al deseo y exigencias de quien los escribe. Hay ciertos capítulos que tienen que aparecer; hay cierto tipo de preguntas que tiene que responderse. Creo que las tesis de maestría y de doctorado son un género  terrible que más bien ocultan lo que alguien va a ser más que ponerlo de manifiesto.

RGB ¿Usted está de acuerdo, entonces, en la norma ya internacionalizada, sobre la reducción de páginas de las tesis de posgrado?

BS No necesariamente estoy de acuerdo, porque esas páginas pueden ser menos que las 250 o 300 pero pueden tener el mismo tipo de rigidez que las tesis clásicas. Las tesis clásicas, un género en sí mismo, está fuera del género ensayístico; el problema de la escritura no puede llegar a ser tocado. La escritura como pulsión no puede entrar en una tesis. Y, de hecho, todos aquellos que escriben una tesis que luego va a ser un libro de una cierta repercusión es porque en el camino la han reescrito por completo. Si las tesis se publican con uno o dos toques solamente son libros ilegibles a los cuales se recurre sólo para consultar datos e hipótesis del tesista. Cuando de una tesis sale un libro exitoso es porque ha sido reescrito y reintroducido en el sistema de pulsiones, de deseos y de intereses personales del autor. Pero la disminución de páginas puede disminuir el aburrimiento lo cual ya es una ventaja.

RGB ¿Podemos volver a la transformación de la crítica en los últimos cuarenta años?

BS Si uno piensa en cuarenta años, estamos en 1965, 1966, creo que es un momento “bisagra”; por un lado es la culminación del estructuralismo semiológico duro, que yo llamo “metalúrgico”. Y al mismo tiempo es el ingreso en Europa –a través de Julia Kristeva- de las concepciones de la literatura de los formalistas rusos y especialmente de Mijail Bajtin. Es exactamente un momento “bisagra”. La revista Communications de París es entonces el instrumento del estructuralismo semiológico duro (con muchos cuadros de doble entrada y muchos pares de opuestos). Pero también aparece el libro de Kristeva (Semiotica, 1969) que es la introducción de Bajtin y la teoría del intertexto en Francia y de ahí, muy rápidamente, la traducción de los formalistas rusos, quienes primero fueron traducidos en italiano, pero Italia no les da una circulación universal como lo hace Francia. Si uno va a la cronología de traducciones se advierte que Italia traduce muy tempranamente; es un país de una gran vitalidad en el descubrimiento de anteriores tendencias desconocidas como los formalistas rusos. Pero es a través de Kristeva que se difunde la teoría del intertexto. Entonces estamos entre el primer estructuralismo semiológico y la emergencia de la teoría de la intertextualidad. Sucede a mediados de los sesenta. También es un momento fuertemente influido por la perspectiva que en  antropología tenía Lévi-Strauss. Es significativo el esfuerzo para trasladar a la crítica (Greimas en este caso es protagonista) las tesis de Lévi-Strauss en la introducción de la Antropología estructural por ejemplo, su forma de análisis de los relatos míticos, y, a través de Lévi-Strauss, de Vladimir Propp y la secuencia del relato folklórico.

Por otro lado, además, está la crítica literaria inglesa que es como si perteneciera a otro mundo. Y ahí ya ha impactado muy fuertemente el libro de Richard Hoggart The uses of Literacy que fue traducido por Grijalbo como “La cultura de la clase obrera”. Están los libros de Richard Hoggart y los libros de Raymond Williams que más bien tiene una perspectiva no formalista. En ese mismo momento en Francia Pierre Bourdieu publicaba en Les Temps Modernes uno de sus artículos más influyentes sobre el campo intelectual. Ahí se abre un camino más, el de la consideración de las relaciones entre  los  textos y  la realidad social a través de la mediación de un objeto teórico producido por Bourdieu,  el campo intelectual.  Es  un  momento donde se abren varias  perspectivas y donde ya se ha quebrado por completo la influencia de Sartre, y la gente  que  se  forma a  mediados  de  los  sesenta –como es mi caso- no se forma bajo su influencia aunque se le conoce. Pocos años después se va a publicar El idiota de la familia (1971-1972) que me parece un libro fundamental. En mi generación es más fuerte la influencia estructuralista. Cinco o seis años después,  ya en los setenta, tenemos el arribo de lo que se llama posestructuralismo y la influencia de Jacques Derrida en la crítica literaria.
 
RGB Entonces, usted estuvo lejos de obras como Para una sociología de la novela (1964), de Lucien Goldmann...

BS Sí. Goldmann parecía ofrecer una  solución exitosa de  la  relación entre  literatura y  sociedad, pero no fue ese el camino que yo recorrí. En el campo de la crítica sociológica tuvo más influencia sobre mí Adorno. Es decir las teoría de las homologías de las estructuras de Goldmann no dejan rastros, en Argentina, en muchos de mi generación. Siempre  parecía preferible leer Adorno o leer Bourdieu.

RGB ¿Cuáles han sido, en su opinión, las aportaciones de los estudios culturales y los estudios de  género?

BS Para ser honestos, creo que los estudios culturales comienzan en Inglaterra, no en Estados Unidos. La matriz de los estudios culturales está en ese libro de Richard Hoggart,  The uses of literacy de los tardíos cincuenta (1957). Cuando se publicó fue considerado una enorme renovación. Ese libro fue un verdadero  impacto  en Inglaterra y en ese momento Hoggart funda -con Stuart Hall- un centro de sociología de la cultura (Center for Contemporany Cultural Studies) en la Universidad de Birmingham. Es un centro poderosísimo donde se desarrollan muchas investigaciones que inauguran, propiamente dicho, las investigaciones del análisis cultural. Y Raymond Williams por su lado, que ya está en Cambridge, estudia televisión, cultura de masas, ciencia ficción, literatura regional, etc. Entonces, los estudios culturales no se fundan en Estados Unidos. Eso más bien sería la historia que la academia norteamericana hace de los estudios culturales. Al observar el siglo XX,  si los estudios  culturales nacen en algún lugar, ese  lugar es Inglaterra. Y esos nombres son Hoggart, Stuart Hall y Raymond Willliams, que son nombres poco mencionados por los estudios culturales de Estados Unidos. Hoggart es un gran olvidado, pero en The uses of literacy cada uno de los capítulos es un apartado sobre estudios culturales: la vida cotidiana de los sectores populares: cómo salen de vacaciones; cuál es la relación de las mujeres dentro de la estructura  familiar; qué literatura están leyendo; cómo intervienen los  nuevos medios de comunicación en la cultura obrera; cómo es el gasto del dinero y como incide en la unidad familiar; cuáles son las diversiones. Cada uno de los capítulos es un apartado sobre estudios culturales. Ese es el clásico de los cincuenta. La academia norteamericana se autoatribuye esa fundación; tiende a pensarse que sale como Minerva de la cabeza de Júpiter hecha y derecha, pero la fundación clásica es inglesa. 
 
RGB ¿Usted no cree que los estudios de género han cambiado la concepción global de la crítica sociológica de la  literatura?

BS Los estudios  de género, con ese nombre, son una creación de la academia norteamericana; ellos han armado su departamento de historia de género que luego se desarrollaron hacia otros costados, como los estudios gay o lesbianos. Yo creo poco en la idea de que se construye  un saber a partir de la fundación de un departamento universitario. Más bien creo que el saber se construye de  manera  plural y cuanto más mezclados estén entre sí, mejor. Yo soy escéptica sobre la idea de  que se  tome una estructura universitaria académica, se funde un departamento y a partir de ahí se inaugure un área del conocimiento. Las cosas suceden más bien al revés. Mi propia perspectiva es mezclar en el sentido más clásico los puntos de vista y los  objetos; me interesan algunos escritores por razones estéticas o ideológicas y por la orientación de su cultura, independientemente del género. Nunca trato de hacer un sistema de compensaciones: si  tomo  un gran  escritor  hombre,  voy a tener  que  tomar una gran escritora mujer. No estoy marcada por esa perspectiva de estudios de género.

RGB ¿Cómo ha cambiado su  manera de escribir desde que escribió su primer libro  sobre  la  crítica literaria en el  siglo  XIX?

BS Lo escribí  a los 23 años; tenía una escritura torpe, recién en formación. Si tuviera que pensar en los cambios de mi escritura a lo largo del tiempo: después de eso pasé por el estructuralismo “metalúrgico” duro, con cuadros de doble entrada y pares de opuestos, escribí cosas que hoy no quisiera leer, las sacaría de las  bibliotecas. Y recién después, cuando llega el golpe de Estado en Argentina en 1976, creo se inicia la etapa que hoy, todavía, estoy atravesando. Es decir es el  momento en el que leo a Hoggart, a  Raymond Williams, a Bourdieu, a  Bajtin, a  los formalistas rusos, a Walter Benjamin, a Adorno. Y ahí se arma una perspectiva, y cuando uno arma una perspectiva, uno arma una escritura. Todo lo anterior que he escrito me parece insatisfactorio y muy poco  inteligente.


La influencia social de los intelectuales en Latinoamérica y Estados Unidos

RGB ¿Cuál es, en su opinión, la función que ahora tiene la crítica literaria ante la imponente  presencia de los  medios  de comunicación y los opinadores de todo tipo de temas?

BS Para contestar sobre la función que tiene la crítica literaria, hay que preguntarse, también, cuál es el papel que tiene la literatura alta en la sociedad contemporánea: es un lugar muy reducido. Quizá es el lugar que siempre ha tenido la literatura alta: un público verdaderamente pequeño. Me parece que la pregunta sobre cuál es el lugar del la crítica tiene que ver con el lugar de la literatura que no se produce pensando directamente en la respuesta del mercado. Es un espacio reducido y al mismo tiempo extremadamente vital. Creo que se está produciendo muy buena literatura en América Latina y que de vez en cuando en Europa aparecen esos escritores que producen de nuevo la idea de que ha sucedido algo inesperado y nuevo. Puede ser  el caso de Peter Handke, Thomas Bernhard o Sebald. Nadie espera a Sebald y de  repente  un día cae ese aerolito, Sebald, como si viniera de otro planeta. Entonces exclamamos: se ha producido algo inesperado. Tampoco se estaba esperando a John Berger.

RGB ¿Y usted cree, entonces, que la literatura de moda no daña a la alta literatura? 

BS La crítica literaria, al respecto, tiene varios caminos abiertos; tiene el camino de escribir textos  que  sean  leídos  sólo  por  especialistas, o tiene el camino de recuperar el carácter público que en algunos momentos pudo haber tenido y para recuperarlo tiene que buscar una escritura que también tenga un carácter público. Como crecientemente los críticos literarios se forman en el espacio académico y su vida transcurre en las universidades, diría que  hay ciertos obstáculos para recuperar el carácter público de la crítica literaria. Pero al mismo tiempo uno ve –en algunos periódicos-  que hay  intentos  (yo sólo puedo hablar de los de la Argentina) de jóvenes que provienen de  la academia, tienden a trabajar en el periodismo cultural, escriben reseñas, como una forma de obtener medios de vida y también como impulso personal. Y justamente el impulso y la marca personales le pueden dar carácter público a la crítica. Cuanto más  abstracta  y académica sea menos pública va a ser; cuanto más personal, más pública podrá ser.

RGB ¿Usted está de acuerdo en que la sobrespecialización en las universidades ha perjudicado, globalmente, a las humanidades? 
 
BS Yo no quisiera ser injusta con las universidades. En los Estados Unidos, que es el mayor aparato universitario mundial, el acceso de los académicos a la esfera pública es prácticamente imposible. Entonces de eso uno no tiene que hacer sólo responsable al discurso académico y a la especialización, sino también a una esfera pública muy particular como es la norteamericana que, además, es muy fragmentada –casi no hay esfera pública nacional-: los grandes diarios nacionales no son leídos por la mayoría del pueblo estadounidense, que consume los diarios y las televisoras locales. La esfera pública nacional como existe en América Latina, es  una  idea  difícil de desarrollar  en Estados  Unidos. Por lo tanto, además de la especialización universitaria está la  cuestión de  cómo llega  el  discurso ¿Qué  puede salir de  las  universidades a la  esfera  pública? Llegar  al New York Times o al Washington Post es verdaderamente imposible, salvo para algunas figuras de primer nivel, intelectuales que son a la vez celebrities. Mientras  que en América Latina, creo que los  intelectuales que están en la universidad tienen una relación más estrecha con la esfera pública; los latinoamericanos son países relativamente más pequeños y la capa intelectual tiene fuertes  nexos  de conocimiento entre sí porque  los  diarios  tienen una tradición de incorporar  voces  intelectuales. En cambio, en Estados Unidos, tienen repercusión pública no más de media docena de nombres: Susan Sontag, Noam Chomsky; a Paul de  Man pudieron haberle hecho algún reportaje  en la revista dominical del New York Times. Mientras que, en México o en Argentina, los nombres de aquellos que escriben los libros que parecen ser  importantes,  también circulan en los periódicos. En este sentido al ser una esfera más porosa, la latinoamericana  es más interesante que la norteamericana.

Por otra parte, la academia de los Estados Unidos ha influido mucho en la organización de las universidades; cómo se establecen los departamentos y se establecen las  maestrías y los doctorados. Brasil, ya desde la década de los setenta, modeló su sistema universitario de alguna manera con los escalafones y requisitos del sistema universitario norteamericano, que –por otra parte- no puede ser  tan poderoso como para modelar los medios de comunicación escritos o la esfera pública del propio país. 


Sobre Tiempo pasado

RGB La idea del tiempo ha cambiado radicalmente en el último medio siglo; las transformaciones de los medios de comunicación han sido determinantes. Por otra parte, los cambios permanentes y la agitación de la vida cotidiana, hoy en día, nos  producen la sensación de que el  tiempo para el ocio cada vez es más corto. ¿Cuál es su apreciación?

BS Habría que pensar que los campesinos hace cien años no tenían ocio, un tiempo que sólo poseían las élites. Los bisabuelos de los que hoy  practican un ocio de masas -y el domingo van al fútbol o a bailar  o  adonde  fuere- no tenían ocio. Eran campesinos  que estaban los siete días de la semana inclinados sobre la tierra en todos  los  lugares de  América Latina, o  trabajadores que  salían destruidos de la mina. Ha cambiado el ocio de los letrados pero otra masa gigantesca de población ha entrado en una cultura del ocio que nuestros antepasados no conocían. El  ocio no existía en el  siglo XIX  para  los pobres, ni siquiera para los  artesanos. Y uno debe reconocer  que cuando millones de personas  se  incorporan a  una cultura del ocio, emerge una nueva temporalidad.  Eso es bueno desde el punto de vista  social, después podemos ver cuál es esa cultura  del ocio. A nosotros los intelectuales puede no gustarnos que esa temporalidad esté colonizada, hoy, por la  televisión. Pero el reconocimiento de que el siglo pasado fue un siglo de incorporación a una cultura del disfrute, me parece ineludible. De lo contrario sólo pienso en mis iguales pero no en mis abuelos -que eran inmigrantes,  provenían de pueblos miserables (ella de Italia y él de  España) y eran analfabetos cuando llegaron a  mi país. No conocían la idea del tiempo libre. Y ahora es un concepto central en nuestras vidas.

Volviendo a su comentario inicial, sin duda ha habido un cambio en la temporalidad. En primer lugar porque lo que hoy llamamos globalización es un proceso que  atraviesa el siglo XX, periodo en que los diferentes tiempos de los diferentes lugares del mundo se vuelven contemporáneos. Es decir que el tiempo de China o de Vietnam cuando están pasando por sus procesos revolucionarios es contemporáneo del tiempo de México en su Revolución. Y Vietnam en su guerra de liberación vive un tiempo contemporáneo al de Cuba en el  derrocamiento de Batista y en la instalación del régimen castrista. Es el primer tramo del siglo XX cuando los tiempos del mundo poco a poco -después terminamos llamando a ésta globalización- se vuelven contemporáneos. Antes esos  tiempos estaban desfasados. Como en un cuento  fantástico de Bioy Casares donde  hay varios planos de tiempo que no se comunican.

La otra dimensión que  se  incluye  en su  pregunta es  que por primera vez el peso de  la  tradición es menor que el peso de  lo nuevo. Esto también es  parte del tipo de  temporalidad que se instaura  en el siglo XX, donde  progresivamente –no  en todos los lugares del mismo modo-, disminuye el peso de  la tradición: el saber de  los  viejos ya  no es  más  prestigioso ni más considerado que los nuevos saberes, por el contrario…

RGB ...es la ruptura a la que usted se refiere en Tiempo pasado al citar a Jean Pierre Le Goff  (“Lo que hacía familiar al mundo ha desaparecido. El pasado y la experiencia de los viejos ya no sirven como referencia para orientarse en el mundo moderno e iluminar el mundo de las jóvenes generaciones. Se ha roto la continuidad de la experiencia”).

BS Efectivamente, la cita de Le Goff, inspirada en la experiencia de la antropología, describe ese otro rasgo de la temporalidad en el siglo XX.

RGB Así la oralidad pierde sentido…

BS ...La única oralidad que tiene sentido, hoy, es la oralidad de la televisión. Mi hipótesis   es que ya no hay culturas populares autónomas. Posiblemente uno pueda encontrar  en el fondo de Oceanía o de Groenlandia una cultura popular autónoma, pero las  culturas populares han perdido su autonomía.

RGB Incluso cuando se pasa del habla coloquial a los libros, por ejemplo, los dichos o  los proverbios al pasar a la escritura pierden algo de su originalidad…

BS Posiblemente sea la única forma en que subsistan. Porque, digamos, desde el siglo XVIII, cuando empiezan los hermanos Grimm a recopilar las historias folklóricas alemanas, uno  podría decir que esas recopilaciones se ocupan de una cultura en el momento en que comienza a morir. Como dijo Michel de Certeau, se busca la belleza  de los muertos. Hay que aceptar, sin embargo, que  esa es la única forma en que esas historias, poemas, leyendas y tradiciones hayan llegado hasta nosotros: la permanencia de lo escrito.

RGB Tiempo pasado precisamente habla de todo aquello que ha podido ser recuperado…
 
BS Sí, ya este título alude a todo aquello que puede ser contado de  las  más  diversas  maneras a  través de testimonios autobiográficos y narraciones en primera  persona, a  través de las narraciones de la historia o a través de aquellas figuraciones que pueda  hacer la literatura. El tiempo que no puede ser contado es un tiempo sin nombre; por  definición es innombrable. Yo me propongo examinar en este libro el tiempo que puede  ser capturado en el relato.  


Sobre la recuperación de la memoria

RGB ¿Usted se plantea la recuperación de la memoria individual de mucha gente que perdió a sus familiares y por otra parte señala la necesidad de revelar los testimonios de un pasado colectivo inmediata?

BS Creo que hubo un conjunto de hijos desaparecidos a los cuales la dictadura militar  les robó la historia de sus padres. Secuestró a sus padres y los separó; les prohibió la  forma habitual del tránsito entre generaciones porque asesinó a los padres de esos chicos, que pertenecen a diferentes clases sociales. Hubo sectores de la pequeña burguesía ilustrada, cuyas familias se hacían cargo de la militancia de sus hijos;  educaron a esos chicos en la memoria de  sus  padres. “Tu padre es  un militante”; “tus  padres se sacrificaron por la revolución”. Pero hubo otros casos –generalmente de sectores más bajos-  que trataron de separar a  los hijos desaparecidos de las historias de sus padres por miedo o porque directamente no entendían la idea de sacrificar una familia con hijos que eran muy pequeños en esos momento o no habían nacido (ya que muchas mujeres dieron a luz mientras estaban presas y los militares se quedaron con sus hijos). Ambos grupos de hijos desaparecidos, necesariamente tienen que reconstruir la historia de sus padres. En términos privados en absolutamente indispensable; uno diría  en términos del aparato  psíquico. No tener la historia de los  padres es como una falla constitutiva. No terminar de configurar la identidad.
  
Por  otra  parte, algunos de esos chicos han buscado los restos materiales de sus  padres y al hacerlo han tenido que reconstruir el camino de sus padres. Han querido recuperar los despojos mortales para darles una sepultura. Y al hacerlo han construido una historia. Todas éstas son historias privadas que forman parte de la gran historia  pública de la Argentina. 

De todas maneras, la radicalización de los años sesenta y setenta no puede ser  contada solamente con ese tipo de  historias recuperadas porque no pueden decir lo  que quisiéramos saber sobre los últimos 30 años de la República Argentina; hay que  construir otras historias con otras fuentes, que no son las que pueden producir, simplemente, los  hijos de los desaparecidos o los militantes sobrevivientes, sino otras  fuentes que tienen que armarse y evaluarse críticamente –según mi hipótesis- para  construir la historia de ese pasado. Ese es mi argumento.

RGB Usted cita a Susan Sontag, quien advierte la excesiva importancia que se le da a la memoria en relación con el pensamiento, ¿cuáles cree usted  que serían los riegos  de priorizar los testimonios sobre las ideas?

BS La frase de Sontag me parece genial: “es más importante entender que recordar, aunque para entender, sea preciso, también, recordar”. Lo que yo llamo el giro  subjetivo en el campo de la memoria privilegia la dimensión del recordar sobre la dimensión del entender; obtura la mirada crítica sobre el pasado. Mi  hipótesis es la  siguiente: allí donde  no  hay pruebas de lo sucedido en los  últimos treinta  años, como puede ser el caso  de los crímenes (de los  20 o  30 mil desaparecidos), ahí  donde las  pruebas han sido destruidas, no tenemos más que el testimonio de los sobrevivientes. Sólo tenemos el recuerdo de quien dice “yo vi cómo torturaban al compañero que  tenía al lado; yo vi cómo lo sacaban después de darle una inyección para  arrojarlo  al  río de la  Plata desde un  avión”. Ahí no tenemos más que ese testimonio. Pero hay otras instancias de la radicalización de los años sesenta y setenta. Hay muchos documentos escritos. Entonces el testimonio no es lo único que tenemos. Y cuando  hablamos de la política revolucionaria antes de la represión, el testimonio es trasmitido  por personas que todavía hoy están activas en la esfera pública. Y lo que dicen sobre  el pasado todavía puede estar tensionado por una colocación en el presente. Y aunque  no lo estuviera, no vale sólo una palabra subjetiva, una narración en primera persona,  cuando tenemos un periodo en que lo escrito fue fundamental en toda América Latina.

Recuerdo que, en una visita a México en 1980, encontré que las librerías eran marxistas; estaban las  tesis de todos los distintos  grupos  y  todas las discusiones en México y en América Latina. Y lo mismo sucedía en otros países, salvo en los que se  vivía dictadura militar. Cuando tenemos testimonios escritos del pasado, éstos se  vuelven fuentes fundamentales. Porque se peleaba hasta morir para defender las tesis  de un partido político marxista, leninista o trostkista, que decía  que había que hacer la guerrilla en el campo o que, por lo contrario, había que hacer la guerrilla en la  ciudad, o por el contrario que había que hacer terrorismo, o que había que armar a los campesinos, o a los obreros. Y esas tesis movilizaban a la gente hasta la muerte. Ese saber tiene que ser reconstruido, y en los testimonios argentinos aparece muy poco. Es como si quienes narran sus testimonios quisieran sacarle densidad intelectual al periodo para darle más densidad emotiva. Y yo creo que fue un periodo altamente intelectual y que no se hace justicia a los militantes de ese periodo, disminuyendo la densidad intelectual porque fueron hombres y mujeres muy jóvenes que se movían por  ideas.
           
RGB Me gustaría que glosara la frase de Hannah Arendt que dice: “Pensar con una mente abierta significa entrenar a la imaginación para que salga de visita”.

BS Esa frase forma parte de las conferencias sobre Kant, es  uno  de esos  textos que a mí me ayudaron cuando estaba armando la complejidad de discusión que tiene Tiempo pasado. Cuando yo volví a esas conferencias sobre Kant, tuve la sensación de que había encontrado en Arendt exactamente la observación que necesitaba para mi razonamiento. Arendt pone una luz de alerta sobre a idea de que hay que estar muy próximo a la historia que se está narrando, tan próximo como está la primera persona que dice “a mí me sucedió esto” o “yo padecía tal cosa”. Arendt afirma que para  entender, incluso, la propia experiencia, la más íntima, es necesario un acto de imaginación que aleje al sujeto de esa experiencia que le permita ponerlo en relación con otras experiencias, que le permita estructurar un mundo de sentido. Lo que Arendt discute precisamente es  la raíz de la verdad testimonial, que afirmaría que cuando más  cerca está uno de su propia experiencia mejor puede contarla. Arendt dice: tomemos una distancia; que la imaginación salga y recién entonces es posible ver la experiencia.

 
Sobre la memoria del Holocausto

RGB Este libro también da lugar a la reflexión sobre la primera persona como sujeto hablante. Usted señala que cada tiempo se medirá dependiendo del momento histórico en que se narra (por ejemplo, el Holocausto, la Shoah)…

BS ... y de los  restos que quede de cada tiempo. En el caso del Holocausto que es el hecho que marca centralmente el siglo XX, fue necesario saber lo que hicieron Primo Levi y Jorge Semprún víctimas, y sobrevivientes, respectivamente, de Auschwitz y de Buchenwald. Ellos salen al mundo y le proporcionan, como dice Primo Levi, “la materia prima de la indignación”, porque el poder nazi, que había organizado  los campos de concentración, trató de borrar y disimular los rastros materiales de los lugares donde esa experiencia tuvo lugar. En ese sentido, aunque  son incomparables las matanzas de América Latina con las  matanzas del holocausto, los criminales operaron del mismo modo: borraron los rastros de sus crímenes. No hay ejército ni grupo paramilitar que conserve el registro de cuáles fueron sus crímenes. De ahí que en Perú se tuvo que organizar esa construcción de la verdad donde iban de pueblo en pueblo con funcionarios que llegaban a tomar las declaraciones de aquellos que habían sido víctimas tanto de Sendero Luminoso como del ataque de  los paramilitares o del ejército. Esa es, como dice Primo Levi, la materia prima de la  indignación y sobre algunos  hechos del pasado sólo queda esa materia prima. En muchos casos –en Chile o en Argentina- es sobre todo por los recuerdos de quienes fueron prisioneros y torturados que se vuelve a la escena del crimen y se hace una especie de arqueología histórica (“ésta era la celda de tortura”; “aquí se hacía ales actividades de represión y aquí encerraban a la gente para matarla”). Los campos de concentración nazis han sido reconstruidos como monumentos del horror y tienen esa operación de arqueología histórica, además de las muchísimas fotografías que sacaron los ejércitos aliados cuando fueron llegando a los campos de concentración.

El primer movimiento para reconstruir los crímenes tienen que ver con la materia  prima  que  proporcionan las  víctimas y los sobrevivientes, incluso en algunos casos es  una materia prima proporcionada en el momento mismo en que los crímenes se estaban cometiendo, como esas cuatro fotografías que un prisionero de un campo de  concentración toma de los hornos de cremación cuando estaban, todavía, funcionando. La historia tiene que ser contada a partir de esa materia prima y cuando hay talento  literario como el caso de  Primo Levi, se producen textos sobrecogedores o cuando  hay una fuerte opción formal como en el caso de  Claude Lanzmann en su filme Shoah. Ahí  empieza la  forma a trabajar sobre la materia prima. Lanzmann elige no mostrar una sola fotografía de campos de concentración. Esa es una elección formal-ideológica. El director es tan persuasivo precisamente por  la  ausencia de las  fotografías; él elige  que todo eso sea presentado como discurso y no deja  que  los declarantes narren lo que quieren. Las preguntas son extremadamente invasivas, en algún momento crueles, tanto a los campesinos  polacos a  los cuales les importaba muy poco el destino de los judíos que pasaban por sus aldeas, como los propios judíos sobrevivientes a los cuales Lanzmann acosa en el interrogatorio. En ese acoso ya hay un punto de elaboración formal muy  fuerte. Es a ese momento de elaboración formal y conceptual al que  yo  entrego  la  posibilidad de hacer historia. Sólo así se  puede salir de  la  inmediatez  de  la  primera  persona, y empezar a construir un relato. Esa es la hipótesis básica de Tiempo pasado.

RGB Hipótesis que usted fortalece al final del libro al ejemplificar el caso del humanista y profesor, Emilio de Ípola, que  escribe “La bemba”…

BS ... Efectivamente. Encuentro dos  textos fundamentales que se escribieron, ambos, en el exilio y en México. Una detenida desaparecida, Pilar Calveiro, que esperó ocho años antes de empezar su descripción de los campos de concentración. En esos ocho años hizo una carrera universitaria, una tesis de doctorado. Se alejó por completo de la experiencia y no volvió a ella en primera persona. Calveiro trabaja con testimonios de terceros como si fueran fuentes históricas; personas que ella conoció, incluso algunos son amigos de ella. Y logra, a mi juicio, con todo un aparato crítico, la mejor reconstrucción de lo que es un campo de concentración. Emilio de Ípola, luego de abandonar  la cárcel bajo la dictadura argentina, pide como opción el exilio en México, y escribe con su saber de sociólogo y semiólogo, es decir con un aparato de interpretación, de mediación teórica y conceptual.
           
RGB Me gustaría que abundara sobre la significación, semejanzas y diferencias de recordar a través de imágenes de los otros (terceros) y recordar a partir de la  experiencia propia. ¿Cuál es el punto de encuentro y de separación entre estas  dos  experiencias?

BS Yo creo que la experiencia del sufrimiento tiene una prelación. Aquel o aquella que  haya sido víctima y haya sufrido en su propio cuerpo tiene un privilegio respecto del  que no fue víctima y no sufrió en su propio cuerpo. Haber estado en un campo de  concentración, haber sido torturado, haber estado al borde de la muerte tiene una condición moral distinta de la de aquellos que, aunque fuimos militantes revolucionarios, no pasamos por esa experiencia. Ahora bien, reconocida la prelación moral del que soportó en su propio cuerpo, desde el punto de vista intelectual, no hay prelación. Mis ideas sobre la dictadura argentina y las ideas de un torturado tienen que ser juzgadas con los mismos patrones históricos ideológicos e intelectuales. La única verdad que la  víctima tiene, por  haber sufrido, es la verdad  moral. Quizás suene brutal, pero yo creo que esa es la diferencia.

 
Historia, testimonio y memoria

RGB ¿Podría hablarse, al menos en términos ideales, de la recuperación de una memoria como la dictadura argentina o el Holocausto, dentro de un equilibrio entre historia,  testimonio  y  memoria?

BS En términos de discursos públicos es muy difícil plantearse un equilibrio. Lo que  uno  diría es que hay un período de conocimiento de la  fuente que Primo Levi llama “materia prima”, y su interpretación se realiza en un momento que está  alejado del hecho de  haber sido víctima, o no. El tiempo de la interpretación no se superpone necesariamente con el de la  víctima directa, incluso puede  estar muy alejado de los  hechos.  Y ahí se produce un desequilibrio. Es muy difícil establecer un equilibrio entre  memoria e  historia.  Hay lapsos de la historia que solamente pueden ser reconstruidos con una hegemonía de la  memoria porque son testimoniales todas  las fuentes que quedan. Y hay tramos de la historia en que otras  fuentes son fundamentales. Pero sucede que ahora a todo se le llama memoria. Digamos, un conjunto de fotografías de las manifestaciones políticas en los setenta es un documento histórico, que puede ser  convertido en documento de memoria si se coloca en un museo para que la gente lo  vea, aunque en realidad es un documento histórico, como lo son las fotografías de la  revolución mexicana. Y son los historiadores los que trabajan en una exposición para convertir esas imágenes en un documento de memoria. Depende de los usos que esos  objetos simbólicos tengan. Se pueden cantar hoy corridos revolucionarios. Y cuando vivían los militantes de la guerra civil española cantaban sus anciones con una intención totalmente nostálgica. Son documentos del pasado.
           
RGB En este sentido, usted ¿cómo situaría historia, narración y testimonio en Sobre la historia natural de la destrucción de W. G.  Sebald?

BS En principio uno debe decir  que ese libro tiene una fuerte hipótesis histórica que interviene predominantemente en el debate público alemán. La hipótesis es: hasta  ahora la  historia del nazismo ha sido contada sobre la  base de quienes más sufrieron, es decir las víctimas de los campos de concentración.  Pero Sebald se propuso mostrar  que en ese mismo momento coexistió un sufrimiento del pueblo alemán, al que él ya  había aludido de manera cifrada en uno de sus libros anteriores, cuando aparece ese  personaje, un jardinero inglés, que tiene  un mapa de Alemania  donde están marcadas  todas las ciudades con población civil que fueron bombardeadas por los ingleses. Lo que él quiere demostrar con ese personaje un poco extraño, como todos los  personajes de Sebald, es algo sobre lo cual los historiadores también están trabajando: no había necesidad militar para realizar la última serie de bombardeos sobre poblaciones  civiles alemanas. No  había una necesidad bélica, la guerra ya se estaba ganando y aun así se realizaron los bombardeos. Del mismo modo que se tiraron las  bombas sobre Hiroshima y Nagasaki solamente para acortar unos meses la guerra y para  provocar la más inmediata e irrestricta rendición de Japón. Aunque esa guerra  estaba casi terminada, el comando militar norteamericanodecidió tirar dos bombas atómicas, simplemente  para acortar el lapso anterior a la rendición. Todo Occidente  reconoció que fue un crimen haber lanzado esas bombas. Y Sebald entra al debate diciendo que también los alemanes formaron parte no solamente como destructores, sino las poblaciones civiles como destruidas en esa “historia natural de la destrucción”. No sé cómo padecieron el  dolor los  alemanes porque  Alemania  fue  sometida  a  una gigantesca pedagogía  histórica por los ejércitos de ocupación. Algunos historiadores reconstruyen la resistencia que las poblaciones alemanas tendían a no aceptar que  esos  campos de  concentración estaban ahí, en sus campiñas, al lado de sus ciudades. Cuando  llevaban a los habitantes cercanos a Auschwitz, Dachau, Ravensbrück o a  donde fuere, a mirar los campos de concentración, los pobladores alemanes tenían resistencia a admitir que eso había ocurrido en Alemania
      
RGB Y esa aceptación –como dice Sebald, en una entrevista, meses antes de morir- causó a los alemanes un sentimiento de culpa histórico…

BS Sí, se discute desde varias perspectivas la cuestión. No es necesario repetirlo, Sebald es uno de los grandes escritores aparecidos en las últimas décadas, al mismo  tiempo tiene una visión pesimista, muy fuertemente catastrofista, por supuesto  avalada en la idea de la destrucción que hizo Alemania. Porque en todos los libros anteriores está la idea de los judíos perseguidos:  su maestro de escuela primaria que tuvo que huir, por ejemplo. Además, como él mismo lo cuenta, vivía en una zona de  Alemania donde la guerra casi no pasó: pueblos perdidos en medio de la montaña (Sebald es de Allgäu, Baviera). Creo que el intento de reconstrucción que realiza tiene  que ver con que en su infancia no vio de manera tan violenta esa guerra, ni la sufrió como quienes vivían en las grandes ciudades alemanas.


La dictadura argentina a 30 años de distancia      

RGB ¿En su opinión cuál es la percepción que tiene la población en Argentina sobre dictadura la argentina a 30 años de distancia?

BS Creo que los pueblos no viven en estado permanente de memoria; pienso, en cambio, que algunos acontecimientos activan los hechos de memoria. El 24 de marzo se cumplen 30 años del inicio de la dictadura militar en Argentina. Por lo tanto estoy segura que desde ahí, desde la prensa, desde los medios de comunicación, desde las movilizaciones hacia las plazas principales de  las ciudades habrá una intensificación de  las huellas de la memoria, pero me parece  que  ninguna  nación, en su conjunto, vive  en estado  permanente de memoria, recordando los horrores padecidos o los horrores que hizo padecer a otros pueblos. Es imposible. Incluso personalmente nadie vive en  un permanente estado absoluto su propia memoria, sino que se abren y se cierran las cajas en las que se encuentran los restos del pasado. Hay  ciertas situaciones que, sin duda, activan la memoria... Cuando se descubre que un hombre de 30 años es  hijo de un desaparecido, entonces resurgen de la manera más dramática y más literaria, si se quiere, problemas de filiación, que la literatura ya ha tocado muchas veces. Ahí se activa la esfera pública, pero luego eso pasa a un segundo o tercer espacio. Por eso me parece que los aniversarios son importantes; no son simplemente el recuerdo mecánico de lo que sucedió en el pasado, sino que son un momento de activación de  la memoria.

La otra institución que transporta la memoria es la escuela, pero la escuela argentina ha quedado completamente destrozada no sólo por la crisis. La destrucción empezó  con la dictadura militar y no pudo recuperarse en los años de la transición democrática y, por lo tanto, tiene muy poca capacidad  para instalar los temas de memoria. La escuela adonde van los sectores populares, medio y bajos de Argentina, es una escuela destrozada.
           
RGB ¿Cómo ha cambiado la institucionalidad política y académica, la valoración de ciertas obras literarias en la escuelas?

BS Las escuelas están culturalmente desarticuladas; los maestros pueden dar a leer Paulo Coelho, en verdad;  hay que pensar que  la organización es muy distinta en un país como México, donde se pueden hacer muchas críticas a los gobernantes, pero  el Estado trabaja de manera más continua, con menos intermitencias y  puede comprar millones de libros y  repartirlos. En Argentina los  maestros llegan a sus libros como pueden y los alumnos pobres no tienen libros. Entonces, en una nación como México, los  intelectuales con toda razón pueden criticar qué libros lleva el Estado a las escuelas, pero en Argentina, en cambio, el Estado lleva poquísimos libros a la escuela y por lo tanto lo que hay que pedir es que los lleve. Los maestros tienen una formación muy precaria. No hay nada sólido en la construcción de una tradición literaria o histórica que pueda comunicarse en la escuela primaria o secundaria. Hoy se construyen las imágenes culturales y los prestigios en los medios de comunicación. A la escuela  secundaria ningún estudiante le cree nada… Por, tanto, lo armado de una tradición literaria  sólo  pasa  por  la  universidad.
           
RGB ¿Incluso las escuelas privadas…?

BS Bueno, a las privadas van los sectores de élite; hay escuelas privadas que son relativamente buenas y hay tres colegios públicos dependientes de la universidad que crean una élite. Pero  en esos colegios ingresan quinientos chicos por año. Nada. 
           
RGB Al final de Tiempo pasado usted señala que los mejores testimonios sobre el pasado son literarios; aunque parece que los historiadores se niegan a creer en la importancia  de  la  literatura,  ¿cuánto cree usted que la literatura sigue alimentando a la historia?       

BS Al margen de  lo que crean los  historiadores o lo que  hagan con la  literatura, lo que yo pienso es que alguna de las novelas que cito al final del  libro, son como si uno  tirara una piedra a una superficie líquida; esa piedra tiene un impacto muy fuerte en el  centro, es  decir en aquellos lectores inmediatos de esos  textos literarios complejos, pero opera de manera concéntrica más allá de esos lectores inmediatos. Yo creo que las figuraciones que hace la literatura son convincentes, conflictivas y persuasivas al mismo tiempo; son figuraciones no realistas del pasado. Si bien tienen un círculo de  lectores pequeños operan de alguna manera  una traslación concéntrica hacia sectores exteriores al grupo de los primeros lectores cultos. En las sociedades hay ciertos  hechos  de  cultura que, efectivamente, condicionan sólo a los  intelectuales, pero eso  no significa que no operen a través de los intelectuales sobre sectores más amplios. Por lo tanto en esta reconstrucción del pasado confío  muy  fuertemente  en la  historia que examina y establece sus hipótesis y, también, confío  muy  fuertemente en ciertas  formas de  la  figuración estética.


Literatura y mercado

RGB Está usted de acuerdo en que la literatura latinoamericana a partir del boom, a principios de los años sesenta, adquirió un rango definitivo…

BS ... en Occidente. Sí, claro. Basta entrar en cualquier librería europea; ahí se establece una jerarquía de presencias, coronada, por supuesto, por García Márquez, pero el sistema de traducciones de literatura latinoamericana en Europa es importante. No hay que ir a pedir libros latinoamericanos; uno los ve en una exhibición regular de una  librería en cualquier ciudad  europea. Las razones son muchas; por una parte el pintoresquismo, nosotros somos los exóticos para Europa, y cuanto más exótica sea la literatura, cuanto más “realista mágíca” –entre comillas-  tiene mayor entrada. Los  escritores que no son vistos como “realistas mágicos” no son parte central de este proceso. Pongamos por ejemplo un escritor que a mí  me parece descomunal: Juan Carlos Onetti, él es mucho más  invisible. Pero de todas maneras, el núcleo del realismo mágico traspasa visibilidad a otras estéticas.

Otra razón es que España se ha vuelto culturalmente, en los últimos años, un país muy atractivo para Europa. Y la literatura latinoamericana entra sin traducción a España;  sin duda, hay políticas editoriales y el proceso está dirigido por un mercado que crea efectos que no le interesa crear pero tampoco le interesa destruir.
           
RGB ¿Usted cree que el mercado logra predominantemente que un escritor pueda ser novedad, que esté en boga que alcance cierto éxito o deje de tenerlo?
           
BS El mercado no puede hacerlo todo y por otro lado no se propone intervenir en todos los niveles. El mercado se propone seguir las tendencias para que un determinado tipo de novela se imponga en un determinado tipo de país. En Argentina, por ejemplo, la novela histórica es escrita por el mercado con receta. Llaman a un escritor y le dicen: Va ir una mujer que era la amante de un General de la Independencia según las fuentes... Y se escribe una novela histórica. Pero el mercado no impide que circulen las novelas de Juan José Saer.

RGB En La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, usted habló de la buena salud de la literatura latinoamericana. Aun así, ¿no cree usted que hay un adelgazamiento de la literatura?

BS ... claro, pero de toda la literatura. Cuando uno la mira históricamente, siempre han  existido los escritores en el mercado. Hace bastante, escribí un libro, El imperio de los sentimientos, donde estudié  el  folletín sentimental. Eso era literatura del mercado, y se producía en el mismo momento en que Borges  empezaba a escribir. Esa  literatura –sentimental, fundamentalmente para mujeres y adolescentes- no impidió a Borges. Si se examinan los  catálogos de las grandes editoriales, por ejemplo, Planeta –que es  una gran editorial típicamente de mercado-, sin embargo tiene en su catálogo la línea Seix Barral y ha editado la obra de Saer o libros de Juan Gelman.

El desarrollo del mercado produce una literatura que uno no toca y que va a capas medias y medias bajas, pero no impide, necesariamente, la emergencia de los escritores más interesantes. Pueden convertirse, incluso, en pequeños negocios.

RGB ¿Qué novela argentina, en su opinión, refleja concentradamente la contemporaneidad de su país?

BS Uno no pude pensar que las mejores novelas son aquellas que reflejan de manera más estrecha la contemporaneidad, pero si se piensa en muy buenos escritores que trabajan sobre cierta forma de la contemporaneidad, mencionaría a Fogwill y a César Aira, lo cual no significa que sean los mejores escritores argentinos. Hay otros escritores que no trabajan estrictamente el presente. Entre los escritores surgidos en los  últimos  veinte años, Sergio Chejfec es el más perfecto; él tiene una visión más  lejana y más cifrada de la Argentina. 

     
Roberto García Bonilla. Nació en la ciudad de México; cursó la licenciatura en Letras Hispánicas y la maestría en Letras Mexicanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha ejercido el periodismo cultural –en literatura y música- y es investigador literario. Es autor de Visiones sonoras (México, Siglo XXI Editores, 2002), Un tiempo suspendido, Cronología sobre la vida y  la  obra  de  Juan Rulfo (CONACULTA, 2009, 2ª edic.). Compilador de Arte entre dos continentes. Artículos y ensayos de Mariana Frenk-Westheim (Siglo XXI Editores-CONACULTA, 2005). En la actualidad  realiza  en Doctorado en Letras en la Facultad  de Filosofía  y Letras  de la UNAM rgabo@yahoo.com           

[*] Una versión breve de esta entrevista se publicó en Iberoamericana (América Latina- España-Portugal),  No 24, Instituto Iberoamericano de Berlín, 2006.
[1]Mitologías se publicó originalmente en 1957; en español se publicó  en 1980. 

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