terça-feira, 18 de março de 2014

Las técnicas del "discurso repetido" en las teorías de Casares, Martínez Kleiser, Coseriu, Greimas y Buridant (1)


Las reseñas (más bien resúmenes) aquí publicadas a continuación, bajo el título Las Técnicas Del Discurso Repetido En Las Teorías de Casares, Martínez Kleiser, Coseriu, Greimas y Buridant (Partes 1, 2, 3, 4 y 5) integran el informe final presentado en el curso impartido por la Profa. Dra. Maria de Lourdes Martini en la Facultad de Letras UFRJ (1985). En la misma ocasión, como derivación analítica aplicada a los estudios literarios, presenté el ensayo La Función Crítica Del Discurso Reptido En Pico Con Pico Ala Con Ala, De Ricardo Palma, publicado en mi blog Letras y Artes hispánicas en diálogo (antes Literaturas Hispánicas en diálogo; http://hispanicasemdialogo-ufrj.blogspot.com.br/2011/04/la-funcion-critica-del-discurso.html). Debido a la naturaleza técnica común a la mayoría de estos ensayos teóricos, busqué ser fiel a la composición original, con el objetivo de no deformar la línea lógica de su proceso argumental.
 
 


por
Maria A. Silva
 
CASARES, Julio. La locución, la frase proverbial, el refrán y el modismo. In:___. Introducción a la lexicografía moderna. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950, 354 p., p. 167-242.
 
En su estudio, Casares intenta encontrar un término que sirva para designar ciertas combinaciones de vocablos que ofrecen sentido unitario y disposición formal inalterable, ya que el término sintagma, anteriormente empleado por el autor, resultó poco satisfactorio a consecuencia de las acepciones dispares que fue asumiendo.
 
Locución es el nuevo nombre propuesto, descartándose varias acepciones corrientes a fin de que el término resulte unívoco. Los diccionarios definen locución como "modo de hablar" y "frase", acepciones generales, igual que "oración", "nombre", etc. La tercera acepción es la más restringida, específica y técnica, correspondendo al lenguaje de los gramáticos: "Conjunto de dos o más palabras que no forman oración perfecta o cabal; como, por ejemplo, los modos adverbiales". Partiendo, pues, de que existe un concepto tradicional de locución como conjunto de dos o más palabras, Casares busca completar y circunscribir dicho concepto. Según él, la locución presupone un conjunto de voces vinculadas de un modo estable y con un sentido unitario: e su estructura, no se puede cambiar ninguna palabra por otra, ni alterar su colocación sin destruir el sentido, que se resume en un solo concepto. Se opone, además, a la afirmación académica de que la locución no ha de formar "oración cabal", mencionando la existencia de vocês aisladas que encierran verdaderas oraciones: bienmesabe (dulce de azúcar y clara de huevos); nomeolvides (planta / pulsera); hazmerreír (sujeto ridículo). Tales locuciones son concebidas por los hablantes como una fórmula estereotipada de sentido unitário.
 
Casares define locución como una combinación estable de dos o más términos, que funciona como elemento oracional y cuyo sentido unitario, familiar a la comunidad lingüística, no se justifica, sin más, como una suma del significado normal de los componentes (e.g.: noche toledana = noche en la que no es posible dormir; lengua de gato = bizcocho). Las locuciones pueden ser de muy varia índole, sea por su estructura, por su contenido o por su función. Casares inicialmente las distingue por constar de uno o más elementos significantes o carecer de ellos. Las locuciones que poseen palabras  a las que corresponde una representación mental, una idea o un concepto que no sea el mismo que tienen normalmente, reciben la denominación de conceptuales o significantes. A las que, por el contrario, están formadas por voces o partículas vacías de contenido semántico (e.g.: con tal que) se las llama conexivas, porque solo sirven para estabelecer nexo sintáctico.
 
Entre las locuciones significantes menciona:
 
a) las NOMINALES, todas de índole substantiva y que, por tanto, equivalen a un nombre. Se subdividen en:
 
a') Denominativas, entendidas como las que sirven para nombrar una persona, cosa o animal, como lo hacen los nombres apelativos o genéricos; pueden ser aún geminadas - compuestas de dos substantivos en oposición (e.g: tren correo) o complejas, las que constan de un nombre determinado por adjetivo o por un complemento de caso con preposición (e.g.: ave del Paraíso). La geminación se presenta como un mecanismo que se va convirtiendo en recurso normal del lenguaje e ilustra la "ley del menor esfuerzo" que gobierna muchos fenómenos linguísticos.
 
a") Singulares, que substancialmente no se diferencian de las anteriores, pero que ofrecen la particularidad de parecerse más al nombre propio que al nombre común: el perro del hortelano, identificando a un perro legendário que "no comía las berzas ni las dejaba comer a su amo"; el cuento de nunca acabar, mentira, simulación. Igual que el nombre propio, no admiten calificativos ni complementos determinantes. Pueden aún asimilarse al nombre propio, como por ejemplo en: el huevo de Colón, la familia del tío Maroma. Desde el punto de vista sintáctico, su función normal se reduce a servir de predicado nominal de los verbos copulativos y similares, sin que nunca aparezcan en el habla como sujeto de oraciones predicativas ni atributivas. Así, su papel se limita a un término de comparación. Son, por tanto, locuciones que solo adquieren sentido propio mediante la alusión o referencia que llevan implícita.
 
a''') Infinitivas, que se distinguen de las restantes nominales por llevar nombres infinitivos. Los verbos que contienen nunca se flexionan en forma personal: pedir peras al olmo (pretensión absurda); nadar y guardar la ropa (cautela). En general, su funcionamento sintáctico se parece al de los infinitvos simples. Dado su carácter substantivo, pueden figurar en la oración como complemento del verbo -"Todo el tempo lo gasta en dejer y destejer"- o de un adjetivo -"Aquello era un continuo tejer y destejer". La diferencia esencial entre las locuciones infinitivas y los nombres infinitivos reside en el hecho de que éstos no pierden su carácter verbal, lo cual permite que su acción recaiga sobre un objeto, mientras que las locuciones infinitivas no pueden actuar más allá de sí mismas.
 
b) las ADJETIVALES:
 
Poseen, todas, naturaliza y funciones análogas. Su función principal se reduce a servir de complemento al nombre, como los adjetivos ordinarios: una empresa de altos vuelos. En general, a semejanza de ciertos adjetivos, no admiten grados de comparación ni modificación adverbial. No obstante, hay casos en que, en el lenguaje familiar, ciertas locuciones adjetivales pueden acompañarse de un adverbio: "No sabía yo que Fulano era TAN de la cáscara amarga".
 
c) las VERBALES:
 
Se componen de un verbo que, assimilando su complemento directo o preposicional, forma un predicado complejo. Comprenden varias especies que se caracterizan por su estructura o por sus funciones, todas ellas con el aspecto de una oración que puede ser transitiva -beber los vientos por una cosa-, intransitiva -ir a gusto en el machito- o predicativa -eso es harina de otro costal. Sin embargo, tomadas en bloque e interpretadas como elemento oracional, sus funciones sintácticas no siempre coinciden con las del verbo presente en la locución: andar a palo limpio = apelearse; tomar el cielo con las manos = desesperarse. En contraste con la nominal de las infinitivas, estas locuciones admiten flexión de persona, tempo y modo, y las de carácter transitivo pueden hacer que la acción expresada recaiga sobre un objeto exterior, como si fuese un complemento directo.
 
d) las PARTICIPIALES:
 
No son muchas las que forman parte de esta categoria. Aunque parezcan incluirse entre las adjetivales o las verbales, se dintinguen por la estructura, por el significado y por la función. Se caracterizan por empezar obligatoriamente con el participio hecho o hecha y emplearse como complemento nominal de verbos de estado o en construcciones absolutas: "Hecho una sopa, el caminante pidió posada para pasar la noche"; "La novia se había puesto hecha un brazo de mar". Cuando la sustitución de hecho / hecha por como es posible, sin alteración de sentido, es certo que no se trata de una verdadera locución participial. También es característico de estas locuciones que el participio hecho no se deje sustituir por formas personales del vebo hacer.
 
e) las ADVERBIALES:
 
Se venían estudiando en las gramáticas con el nombre de "modos adverbiales". Es la clase más numerosa, especialmente en castellano. Pueden dividirse en varias especies:
 
1. De tiempo: a deshora, en un santiamén;
 
2. De lugar: a dos pasos, en derredor;
 
3. De cantidad: a porrillo, hasta dejarlo de sobra, a cuentagotas;
 
4. De afirmación: en efecto, certo son los toros;
 
5. De negación: no en mis días, ni por esas;
 
6. De duda: allá veremos, Dios dirá;
 
7. De interrogación: ¿Adónde se va?, ¿Qué tal?

Al igual que ciertos adverbios, las locuciones adverbiales desempeñan también la función pronominal, como correlativas de los interrogantes dónde, cuándo, cuánto, cómo. Funcionan vomo los adverbios simples para modificar o complementar la acción del verbo a que se refieren: andar a gatas; montar a horcajadas. Se usan también como complemento de adjetivos y, a su vez, se pueden modificar por acción de un adverbio.
 
Entre las locuciones conceptuales se encuentran aún las llamadas INTERJECTIVAS, es decir, votos, reniegos, juramentos y, en general, las exlcamaciones en que entran varias palabras: ¡Ancha es Castilla!, ¡Voto a bríos!. De las locuciones conexivas, Casares distingue las CONJUNTIVAS -e.g.: ahora bien, con tal que, a pesar de que- y las PREPOSITIVAS -e.g.: en torno a, por encima de.
 
Observa Casares que hay una zona amplia, de límites borrosos, entre el campo de las locuciones y el terreno propio de los refranes, en general poblada de definiciones indistintamente aplicadas, con criterio indeciso: "expresiones", "giros", "frases hechas", "frases proverbiales" o simplemente "frases". Con el intento de simplificar el problema, el autor busca eliminar las que carecen de precisión. Según Casares, "expresión", "giro" y "frase" son denominaciones vagas que no sirven como términos técnicos, pues tienen, cada una de ellas, acepciones diversas sin salir del lenguaje gramatical.  "Frase hecha" y "frase proverbial" serían algo más precisas. Pero si definimos "frase hecha" como una expresión "que en sentido figurado y con forma inalterable es de uso vulgar y no incluye sentencia alguna", invadimos el campo general de las locuciones; y si definimos "frase proverbial" como una fórmula expresiva que no incluye sentencia alguna, que tiene un sentido figurado, que es de uso vulgar y que tiene una forma inalterable, invadimos la zona de los refranes.
 
La dificultad para establecer divisiones entre la locución y las frases proverbiales por una parte, y entre éstas y los refranes por otra, encuentra una explicación de carácter histórico, ya que muchas locuciones que hoy se usan en el lenguaje familiar son fragmentos de antiguas frases proverbiales. Algunas son jirones desprendidos de antigos proverbios. Al freír será el reír, por ejemplo, no habría significado nada sin el segundo membro, que servía de contraste: y al pagar será el llorar. A pesar de que hoy ya nadie se da cuenta de esta continuación y de que las palabras condensadas contradicen la intención primitiva, se resume en ellas todo el sentido que tenía el refrán. Este mecanismo puede funcionar en cualquier época.
 
Resuelta la primera cuestión -toda fórmula reductible a cualquiera de las categorias establecidas para las locuciones no es frase proverbial-, nos queda examinar qué significa el término "proverbial" aplicado a "frase". Contrariamente a lo que afirman los diccionarios, que emplean este adjetivo haciendo referencia al refrán, Casares entiende por "proverbial" algo que tiene tradición de ejemplaridad por consenso de una comunidad lingüística, aunque carezca por completo de las propiedades específicas del refrán, como, por ejemplo, ¡Allí fue Troya! o No se ganó Zamora en una hora, según el autor prototipos de la frase proverbial. Ya en se armó la de San Quintín, identificamos una locución verbal -armar la de San Quintín- si la expresión admite flexiones del verbo armar.
 
En general, lo que se ha convertido en frase proverbial es un dicho o un texto que se hizo famoso por el acontecimiento histórico que le dio origen, por la anécdota, real o imaginaria, a que se refiere, o bien por la persona o personaje a quien se atribuye el dicho o que figura en él como agente o paciente. Otra característica que distingue las frases proverbiales de las locuciones significantes -incluídas las adverbiales, que tienen forma de oración subordinada- es que las primeras son una entidad léxica autónoma que no se sometería sin violencia a servir de elemento sintáctico en el esquema de la oración, mientras que las locuciones son siempre reducibles, conceptualmente, a un adverbio simples. Ejemplos:
 
1. "Si yo fuera bachiller, otro gallo me cantara". Aqui la oración principal es la frase "otro gallo me cantara" y el resto desempeña el papel de una subordinada condicional;
 
2. "El árbitro decidió la cuestión en menos que canta una gallo" = rápidamente (adverbio simple).
 
La frase proverbial es siempre algo que se dijo o se escribió y su uso en la lengua equivale a una cita, de un recuerdo o de algo que se trae a cuenta ante una situación que en algún modo se asemeja a la que dio origen al dicho, cuyo valor expresivo no reside en las imágenes que contiene, sino en el paralelismo que se estabelece entre el momento actual y otro, pretérito, evocado con determinadas palabras.
 
Para Casares, el refrán es una frase completa e independiente, que en sentido directo o alegórico, y por lo general en forma sentenciosa y elíptica, expresa un pensamiento -hecho de experiencia, enseñanza, admonición, etc,-, a manera de juicio, en el que se relacionan por lo menos dos ideas. A consecuencia de esa contraposición de conceptos, la forma usual del refrán es bimembre  aun plurimembre, cuando haya amplificación de los conceptos: Al freír será el reír, y al pagar será el llorar; Al comer las morcillas, ríen las madres y las hijas, y al pagar, todas a llorar. No obstante, el refrán puede asumir la forma unimembre, debido al valor que les fue atribuído por la tradición y que nadie contrasta -No se pescan truchas a bragas enjutas- sin que, por eso, se confunda con la frase proverbial, ya que no admiten cambio estructural. En este tipo de estructura, solo se presenta explícitamente uno de los términos del juicio, en el supuesto de que el otro se sobreentiende.
 

El que inventa un refrán aspira a formular, en forma abstracta, una "verdad" valedera para toda la humanidad, sin distinción de tiempos ni lugares. El proverbio, en general, como fruto de experiencias acumuladas, tiene su fundamento en el pasado, pero nace hacia el porvenir; es una enseñanza que se da en forma mnemotécnica para que se tenga en reserva hasta que llegue la ocasión de aplicarla. La frase proverbial, en cambio, no adquiere tal característica por voluntad del que la inventó, ni se destina a la posteridad: es ésta la que, a fuerza de repetir y aplicar la frase, acaba por imprimirle el carácter de proverbial.
 
En cuanto a la forma, el refrán revela una elaboración estudiada y artificiosa, que aprovecha recursos como el metro, la rima, la aliteración, el paralelismo, la similicadencia, el dialogismo, además de la deformación intencional de las palabras y la dislocación de la sintaxis. En cambio, la frase proverbial es una expresión espontânea y puede haberse originado de la forma literaria, antes de hacerse popular.
 
Se percibe hasta qué punto el hablante distingue las frases proverbiales de los refanes observándose las "muletillas" que suele añadir al discurso como si quisiera apartar de sí toda responsabilidad pesonal por la enunciación: "Como vulgarmente se dice"; "Como suele decirse"; "Como el otro que dice"; "Como dice el otro". Semejantes son los dialogismos que abundan en el Romancero español, constituídos por una frase impersonal seguida de un comentario por lo general irónico, que ponen en boca de un sujeto determinado: "Adiós, Madrid, que te quedas sin gente. Y se iba un zapatero de viejo". Los dialogismos hacen juego con los wellerismos del pueblo norteño (del nombre de Sam Welles, famoso personaje de Dickens, que en las "quijotescas" aventuras de Mr. Pickwick assume la función de Sancho Panza).
 
Pese al intento de reducir la confusión entre refranes, frases proverbiales y simples locuciones, las ediciones del Refranero no lograron separar satisfactoriamente dichas categorías. Para evitar equívocos, conviene distinguir el refrán como fórmula expresiva que encierra determinado contenido ideológico -paremia- y el refrán como texto de lengua, a veces único, para documentar el uso de un vocablo o de una construcción sui generis. El refrán no es una manifestación reductible a una equivalencia conceptual unitária y tampoco una combinación verbal cuyos términos hayan adquirido significación especial al fundirse en un bloque. Como frases completa o cláusula independientes, en las que se relacionan, por lo menos, dos ideas, y en las que las palabras conservan su sentido usual, directo o figurado, sin deformarlo para dar origen a una nueva entidad léxica indivisible, los refranes piden un estudio etimológico: es necesario averiguar, ante todo, el sentido recto de las palabras que los forman, deprender después el significado traslaticio y deducir, por último, el valor teleológico, la intención trascendente del conjunto.

El estudio semántico es más difícil, ya que se han producido cambios de significación que llegan a ser antagónicos. La popularidad de muchos proverbios que no encierran enseñanzas morales -o inmorales-, ni datos de experiencia, ni consejos pragmáticos, ni ningún otro contenido que justifique su propagación, se explica por el uso y abuso de la elipsis, característica del refrán, combinada en muchos casos con la obscuridad voluntaria de la frase hasta convertirla en un acertijo.

El vocablo modismo empezó a circular en la lengua española hacia la segunda mitad del siglo XVIII. Hasta entonces se llamaban idiotismos "ciertas frases y modos de hablar particulares a la lengua de cada nación que, trasladados en otra, no tienen tanta gracia". El término idiotismo, existente en todas las lenguas cultas modernas, se aplica de modo general a los "hebraísmos", "helenismos", "latinismos", "anglicismos", "galicismos", etc. Por lo que se refiere específicamente a los idiotismos del castellano, se usaba el vocablo "hispanismo". Lope de Vega se sirvió con frecuencia de este término para calificar determinadas expresiones. Así definen los diccionarios estas dos palabras:

1. IDIOTISMO = modo de hablar contra las reglas ordinarias de la gramática, pero propio de la lengua. (e.g.: a ojos vistas);

2. MODISMO = modo particular de hablar propio y privativo de una lengua, que se suele apartar en algo de las reglas generales de la gramática.

La gramática oficial llegó a estudiar los idiotismos como "vicios de dicción" en el capítulo dedicado al "solecismo".

El origen del término modismo, sin significación específica, ha de buscarse en el giro tradicionalmente repetido de "modo de hablar" y la misma imprecisión de la teoria se comprueba también en la práctica. Los diccionarios de modismos -como el de Caballero- presentan nítida heterogeneidad. Por las definiciones de modismo e idiotismo -prácticamente intercambiables-, prodría considerarse el segundo como un caso particular del primero, sin admitir la anormalidad como base para decidir si una locución es modismo o no.

Sólo en algunos casos es verdadera la afirmación de que el modismo es una manifestación tan peculiar de la lengua respectiva, que es imposible encontrarle traducción en ninguna otra, o que al passar a ella perde su gracia. Puede ocurrir exacta correspondencia conceptual sin la más mínima semejanza verbal; o, entonces, sin coincidencia imaginativa, sino sencillamente el préstamo de una lengua a otra.

Una de las cualidades esenciales del modismo es su valor metafórico. Sin embargo, puede emplearse en sentido recto. Igualmente, la inalterabilidad atribuída a los modismos -vistos como locuciones compuestas que actúan como clisés- no se aplica a todos, pues, en sus formas antiguas, muchos de los modismos actuales poseían fórmulas distintas (e.g.: en echar leña al fuego se cambiaba indistintamente el verbo por poner o añadir y leña es también una sustitución reciente).

Todo modismo es una expresión pluriverbal, pero la recíproca no es verdadera. Se excluyen, por ejemplo, las locuciones no significantes "conexivas" y las "denominativas".

El modismo, como la comparación atrevida y feliz que luego, transformada en metáfora (sin intervención literaria), se incorpora a la lengua, es creación popular basada en la fertilidad y viveza de las asociaciones imaginativas.

Desde el punto de vista lingüístico, el español superó a las demás lenguas neolatinas por la variedad y riqueza de los matices alcanzados con las conjugaciones perifrásticas, usadas para suplir la deficiencia de ciertos recursos expressivos no heredados del verbo indoeuropeo. Otra herencia perdida fue la de los ablativos adverbiales latinos: la tendencia natural del instinto de expresividad del hablante es graduar y matizar la acción del verbo en su relación con el sujeto, con el objeto y con la operación misma. La ausencia de expresiones existentes en las lenguas anglosajonas y germánicas, por ejemplo, obligaron a traducir empleando rodeos y modismos: to overlook something = "hacer la vista gorda"; durchfrieren = "estar helado hasta los huesos".

Considerada la locución adverbial como la forma más elemental del modismo, vemos que, si tiene aceptación y fortuna, pronto queda estereotipada y se convierte en modismo para, luego, a ella incorporarse alusiones a sucesos o personajes reales o fictícios.

En la misma medida en que el modismo se enriquece hasta la hipertrofia, va también perdiendo importancia y utilidad como instrumento normal del lenguaje. Lo certo es que en el habla espontânea nos servimos en gran medida de armazones y de piezas prefabricadas, pero en el modismo los elementos semánticos no se prestan a nuevas combinaciones.

Hay factores subjetivos y externos que influyen en el uso de los modismos. No todos tienen igual disposición para incorporar determinadas fórmulas expresivas, ni para que éstas acudan de manera espontánea al habla. Cada cual ha adquirido su conciencia lingüística en el medio en que le tocó vivir y se ha nurtido preferentemente de éste o aquél de los estratos en que se diversifica la lengua común. Como circunstancias externas se entiende la situación y el ambiente en los cuales se ubica el interlocutor.

El modismo, como palabra aislada o cualquier otra fórmula expresiva, tiene virtualidad intrínseca para causar efectos estilísticos, mientras que, en lo que atañe al hablante, existe en función de su idiosincrasia, de su propósito y de la situación en que se encuentra. La primera norma para el uso de los modismos en el lenguaje familiar es la espontaneidad. En la lengua literaria, la norma de la espontaneidad no se aplica al empleo de modismos cuando se trata de la expresión artística. Aquí todo ha de ser meditado y dosificado, y el modismo, para bien o para mal, es certamente uno de los más eficaces recursos estilísticos.

Referencia de la imgen: http://aulasptmariareinaeskola.es/cuarto/lenguaje/gram%C3%A1tica/

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